martes, 13 de agosto de 2013

Cuando nadie mira.

Aveces, cuando nadie mira, llora. Llora, para sentirse mejor, para aliviar aquello que hace que este triste. Llora, porque aveces se siente vacía, se siente impotente, inútil.
En ocasiones, llora, porque esto la hace sentirse más fuerte, porque no vale la pena, pero para darse cuenta antes debe llorar. Llorar la limpia por dentro, la desinfecta como a una herida ensangrentada, la cicatriza y la cura. Ella, llora porque aveces, es lo que necesita, llorar, desahogarse, purificarse.

Un punto en el horizonte.

Un punto en el horizonte, un punto al azar, mirada perdida, no piensa nada, la brisa cálida acaricia sus mejillas, sonríe, es verano, hace calor, pero a pesar de eso corre algo de viento, en verdad apetece, agradece algo de brisa, aunque sea cálida, es más que nada.
Un niño se le pone delante y la mira, sólo viene a por su pelota, la recoge y se va a seguir jugando con sus amigos, ella vuelve sonreír, que cosa tan pequeña y delicada, niños, dulces e inocentes que son felices con lo que tienen y aprenden a amoldarse a aquello que le pongas por delante, tan invulnerables, frágiles, pero siempre están contentos, enseñan sus pequeñitos dientes de leche que algunos ya han dejado hueco a otros más fuertes, que bien viven, no saben la suerte que tienen de ser niños.
Ya no hay brisa, ahora sólo queda ese calor que hace que se envuelva en un ambiente de su propia estación, algunos podrían pensar que feliz, un ambiente lleno de felicidad, ella no, para ella es triste, sólo blanco y negro, por todas partes, ni una mota de color. ¿Cómo podría ser un ambiente de felicidad? Las calles vagan desnudas sin nadie que las pise, nadie asoma la cabeza para dejarse ver y a alguien quizás podrá importarle, pero seguirá pensando que es la mejor estación, y no se dejara ver.
Las cosas podrían ser distintas si la gente lo pensase, muchas cosas podrían ir mejor, pero prefieren callar, y no mostrar sus amordazadas bocas para pedir ayuda, se oyen gritos, lamentos, suplicas, remordimientos, sollozos…  Y seguirán siendo así.
Levanta la vista, vuelve la mirada al frente, una mano ahora reposa sobre su pierna, la acaricia, piensa, cuando fue la primera vez que la vio, esa mano que yacía entrelazada a la suya, dos manos, una unión, dos almas convertidas en una. Gira la cabeza, ahí está, la persona que un día la sacó de su hundimiento, para llevarla hacía una salvación eterna, su tesoro mejor guardado, el amor, su amor, y aunque las cosas en dicha estación sean bicolor, él podrá hacerla perfecta como todas las anteriores. Sonríe, nuevamente, ha encontrado algo, algo que alimenta su alma, dulces palabras con las que se sacia, ha encontrado su brisa propia, la brisa de su corazón.


lunes, 13 de mayo de 2013

Nos rodean tales brutalidades...


Cómo puede haber alguien, que con tan solo mirarlo te haga sonreír, te haga feliz, alguien por quien harías cualquier cosa, por quien darías tu vida, alguien por quien estarías dispuesta a arriesgarlo todo. Pues eso mismo, se preguntaba Catherine.
Andrés lo era todo para ella, era su ilusión, sus ganas de vivir, lo único que hacía que aguantase un poco más, era su hijo, su pequeño.
Lo veía tan indefenso, tan vulnerable, tan sólo tenía cuatro años, y ya tenía que ser testigo de algo tan brutal, tan horrible, pero que a la vez era nuestro día a día.
Jugaba con Andrés, cuando oí la puerta, ya estaba ahí. Cerró con un portazo, como de costumbre y se dirigió a la cocina.

-¿Y la comida?- Me preguntó.

-¿La comida? Es la una de la tarde, todavía no la he hecho. –Le repliqué.

-¡Zorra, estúpida! ¡Tengo hambre, ya tendrías que tenerla hecha, para cuando llegase! ¡Pero, levántate y hazme la comida! – Me chillaba, me cogió del cuello y me levantó, me llevó hasta la cocina apretándome, me empujó contra la encimera y me cogió del pelo. – ¡Deja de hacerte la gandula y ponte a cocinar!

Apestaba a alcohol, como todas las mañanas, Roger, ya estaba borracho. Era lo único que hacía, emborracharse y colocarse con las rayas, y cuando llegaba a casa me chillaba y de vez en cuando también me pegaba.
Le hice la comida, y cuando terminó se encerró en el baño a colocarse. Y se volvió a marchar.

La tarde se quedó tranquila cuando terminamos de comer Andrés y yo, nos fuimos al parque, y allí estuvimos toda la tarde.
De vez en cuando me gustaba llevarlo al parque para que pudiera jugar con otros niños, y para que pudiera ver un ambiente familiar normal.

Cuando llegamos a casa Roger ya estaba allí, y me reprochó que no lo estuviera esperando, que se había tenido que quedar solo todo ese tiempo, que era una mala esposa y que pagaría por ello.

-No, aprendes nunca. Y me tocará enseñarte como siempre, aprenderás aunque sea por las malas, tenlo por seguro.

Ya no volvería a jugar con Andrés en el parque, pero no volvería a ver aquel espantoso escenario que su padre le ponía delante. Roger me había golpeado contra la pared, y había caído inconsciente, cuando desperté tan sólo veía sangre, sangre por todos lados que rodeaban a Andrés, y junto a él un martillo ensangrentado, en su delicada cabeza yacía una abolladura, había acabo con su vida a martillazo limpio. Ni una lágrima me caía, ni una sola, ahora estaría en un lugar mejor, y sin pensármelo me subí al alfeizar de la ventana y salté vacio abajo, siete pisos.
No tarde en reunirme con Andrés, ahora estábamos juntos, felices, la pesadilla había terminado.

Y AUNQUE ESTO TAN SÓLO ES FICCIÓN, ES LA REALIDAD DE MUCHAS PERSONAS.

domingo, 5 de mayo de 2013

Sentir o no sentir.

Que sentir, cuando no sabes que es lo que está pasando. Que sentir cuando notas que todo se está desmoronando, que todo está cambiando, y lo peor, es que no sabes el por qué. Quizás no deberías describirlo como miedo precisamente, porque a lo mejor no lo es. Pero, ¿y entonces qué es? Bueno, pues podrían ser ganas de querer saber que está ocurriendo, o de no querer saberlo, podría ser... ¿La verdad? No lo sé. No sé que podría ser, no tengo ni la más remota idea, lo único que tengo claro es lo que siento por él, que lo necesito en mi vida, que siempre está ahí, y que siempre lo estará. Pero claro, eso tan sólo me ayudará a sentirme mejor, no ha descubrir la verdad, y algo me dice que aún falta mucho para que llegue el día en que la descubra.

Sólo intenta ignorarlo.

Aveces piensa, que no es lo correcto, que no tendría que haber hecho eso. A menudo piensa en que pasará después, si ese será el paso que le llevará hacia su futuro o el que lo entorpecerá todo. Si de verdad será con él con quien se hará mayor, con quien crecerá, tendrá una familia y con el que se hará viejecita. Con frecuencia pensaba en todo esto y más... Luego empezaban los dolores agudizos y le hacían volver, y poner los pies sobre la Tierra. El miedo le recorría todo el cuerpo, de los pies a la cabeza. Quería creer que lo que unos meses antes, le habían dicho los médicos era verdad, que no habría peligro alguno... Pero la frecuencia entre unos y otros aumentaban, el por qué lo desconocía, todo su alrededor se volcaba para ayudarla, en el ambiente tan sólo se olía preocupación, dolor y lástima. Mentía diciendo que estaba bien, para que no se preocuparan más, cuando en realidad tan sólo querría que todo terminara. Él siempre estaba a su lado, en cada momento, sufría cada vez que ella lo hacía, le aliviaba tanto abrazarlo y saber que pasara lo que pasara él siempre estaría a su lado... Pero, ¿y si los médicos se habían equivocado, y era algo un tanto más peliagudo? Fuera el tiempo que fuera lo único que deseaba era pasar de toda esa mierda, y aunque la gente pensara que lo olvidaba, no lo hacía. No se puede olvidar algo que llevas encima, algo que tu cuerpo te recuerda cada cierto tiempo, ella tan sólo intenta ignorarlo.