Cómo puede haber alguien, que con tan solo mirarlo
te haga sonreír, te haga feliz, alguien por quien harías cualquier cosa, por
quien darías tu vida, alguien por quien estarías dispuesta a arriesgarlo todo.
Pues eso mismo, se preguntaba Catherine.
Andrés lo era todo para ella, era su ilusión, sus
ganas de vivir, lo único que hacía que aguantase un poco más, era su hijo, su
pequeño.
Lo veía tan indefenso, tan vulnerable, tan sólo
tenía cuatro años, y ya tenía que ser testigo de algo tan brutal, tan horrible,
pero que a la vez era nuestro día a día.
Jugaba con Andrés, cuando oí la puerta, ya estaba
ahí. Cerró con un portazo, como de costumbre y se dirigió a la cocina.
-¿Y la
comida?- Me preguntó.
-¿La comida? Es la una de la tarde, todavía no la he hecho. –Le repliqué.
-¡Zorra, estúpida! ¡Tengo hambre, ya tendrías que tenerla hecha, para
cuando llegase! ¡Pero, levántate y hazme la comida! – Me chillaba, me cogió del cuello y me levantó, me
llevó hasta la cocina apretándome, me empujó contra la encimera y me cogió del
pelo. – ¡Deja de hacerte la gandula y
ponte a cocinar!
Apestaba a alcohol, como todas las mañanas, Roger,
ya estaba borracho. Era lo único que hacía, emborracharse y colocarse con las
rayas, y cuando llegaba a casa me chillaba y de vez en cuando también me
pegaba.
Le hice la comida, y cuando terminó se encerró en el
baño a colocarse. Y se volvió a marchar.
La tarde se quedó tranquila cuando terminamos de
comer Andrés y yo, nos fuimos al parque, y allí estuvimos toda la tarde.
De vez en cuando me gustaba llevarlo al parque para
que pudiera jugar con otros niños, y para que pudiera ver un ambiente familiar
normal.
Cuando llegamos a casa Roger ya estaba allí, y me
reprochó que no lo estuviera esperando, que se había tenido que quedar solo
todo ese tiempo, que era una mala esposa y que pagaría por ello.
-No, aprendes
nunca. Y me tocará enseñarte como siempre, aprenderás aunque sea por las malas,
tenlo por seguro.
Ya no volvería a jugar con Andrés en el parque, pero
no volvería a ver aquel espantoso escenario que su padre le ponía delante.
Roger me había golpeado contra la pared, y había caído inconsciente, cuando
desperté tan sólo veía sangre, sangre por todos lados que rodeaban a Andrés, y
junto a él un martillo ensangrentado, en su delicada cabeza yacía una abolladura,
había acabo con su vida a martillazo limpio. Ni una lágrima me caía, ni una
sola, ahora estaría en un lugar mejor, y sin pensármelo me subí al alfeizar de
la ventana y salté vacio abajo, siete pisos.
No tarde en reunirme con Andrés, ahora estábamos juntos,
felices, la pesadilla había terminado.
Y AUNQUE ESTO TAN SÓLO ES FICCIÓN, ES LA REALIDAD DE
MUCHAS PERSONAS.
gran desarrollo habla simple y comprendible buen reflejo de algo cotidiano sigue asi Marmaaaaa
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